Por Leopoldo Abadía
Gente preocupada. La tele nos la trae, en forma de manifestaciones de todo tipo. Todas ellas con formatos muy parecidos -seguramente, en esto es difícil innovar- y con objetivos diversos.
El tema de las pensiones aparece con frecuencia. Con mucha frecuencia. Uno se hace mayor, le empiezan a doler los huesos -todos- y las articulaciones -todas- y piensa: «menos mal que no tengo que trabajar y que con la pensión voy defendiéndome bien».
O no. Lo de los huesos y las articulaciones es seguro. Lo del ‘defenderse bien’ ya no es tan seguro. Y esa persona se preocupa, sobre todo si lee los periódicos y oye hablar del ‘envejecimiento demográfico’ como de algo que ha llegado como la primavera -aquella que «ha venido y nadie sabe cómo ha sido».
Lo que pasa es que sí que se sabe cómo ha sido, viendo los resultados.
Resulta que, por las razones que sean, en España, se ha decidido no tener hijos. Resulta que, por adelantos en la medicina y en el cuidado de las personas mayores, estas viven más que antes. Según como sea el auditorio, en mis conferencias digo que los viejos no nos morimos ni a tiros. Si el auditorio está formado por gente joven, se ríen y si digo que «no nos morimos» se ríen también, porque con el ‘nos’ me incluyo en el grupo y establezco una especie de complicidad.
O sea, que hay pocos jóvenes y muchos mayores, que, como han trabajado mucho y durante muchos años, piensan: «me lo he ganado». Y en el ‘me lo he ganado» incluyen una pensión digna y unas oportunidades de adquirir cultura y viajar y aprender a bailar, «que no lo había conseguido nunca».
Incluyen, además, una revalorización anual de la pensión porque no quieren perder ni un centavo de pérdida de nivel adquisitivo, «con lo que he trabajado y cotizado durante toda mi vida».
En España, la jubilación se basa en el sistema de reparto, por el que los jóvenes pagan las pensiones de los mayores. Por tanto, si no hay jóvenes; si los que hay tienen remuneraciones bajas; si por el otro lado, hay muchas personas mayores dependiendo de esos pocos jóvenes, el futuro del sistema de pensiones no es precisamente brillante y prometedor.
A mí me parece que este sistema no se aguanta ni con pinzas. Hubo un momento en que hubo superávit y se metía en el Fondo de Reserva de la Seguridad Social, para los amigos ‘la hucha de las pensiones’, de la que se iban sacando euros cuando hacía falta. En la hucha llegó a ver más de 66.000 millones de euros y a final de este año quedarán 1.500.
Como todas las huchas, esta sirve para ahorrar y para romperla cuando hace falta. Por eso, cuando leo noticias diciendo que Sánchez o Rajoy han dispuesto del dinero de la hucha, no me sorprendo. Está para eso. Pero como faltan jóvenes y hay muchos mayores, y el sistema está basado en esos dos elementos, el futuro de las pensiones no está nada claro. (Quiero hacer notar que he dicho que faltan jóvenes y que hay muchos mayores. No he dicho que ‘sobran’ mayores. He dicho que ‘hay’. En una sociedad normal, no sobra nunca nadie).
Cuando veo manifestaciones de pensionistas, cuando oigo propuestas de políticos que quieren ligar las pensiones a la inflación o subirlas sin más, siempre me pregunto: «¿de dónde sacaremos el dinero?» Puede salir a) del ‘funcionamiento normal’ del sistema; b) de la ‘hucha’; c) de que el sistema se endeude externamente; d) de que le llegue el dinero vía Presupuestos Generales del Estado, en cuyo caso el aumento de gastos deberá venir compensado por el de ingresos y nadie se podrá quejar de que suban los impuestos.
Hay algo que, a veces, parece que ha perdido su valor. En el artículo de la semana pasada hablábamos del Black Friday, pistoletazo de salida de las compras de Navidad. Después, las rebajas, Carnaval, vacaciones de Semana Santa, preparación para el verano, el verano, la vuelta al colegio…Ese es nuestro plan de gasto del año.
Me parece que, en ese plan, hay que meter una partida de ‘no gasto’. O sea, una partida de ahorro, que lógicamente, saldrá del Black Friday, de las rebajas, del Carnaval, de…de…
Alguien me podrá decir que ya ahorra con las cotizaciones periódicas. Es verdad. Pero, visto lo visto y con este sistema que tenemos ahora, no es suficiente.
El otro día, en un bar, pagué el desayuno con monedas. La camarera me dijo: «¿ha roto el cerdito?». Me fui, pensando que, mientras no se cambie el sistema, esa es mi recomendación: cerdito.
En la forma que sea. Desde lo menos a lo más sofisticado.
Pero cerdito.
Autor: Leopoldo Abadía Sr. (leopoldoabadia.com/)