Por Leopoldo Abadía
Christine Lagarde se ha estrenado como presidenta del Banco Central Europeo. No quiere ser ‘halcón’ -o sea, «señores, no hagan locuras; no gasten más de lo que ingresen»- ni quiere ser ‘paloma’ -«ánimo, hagamos un poco el loco, que la vida es breve»-. Quiere ser ‘lechuza’, un ave asociada con la sabiduría (se fija mucho y habla poco).
Tanto Draghi al final de su mandato como esta señora, están insistiendo en algo que me parece de sentido común: que los países que han actuado con la cabeza, gastando menos de lo que ingresaban y ahorrando el superávit, lo saquen, lo inviertan y ayuden a animar la economía, sin necesidad de endeudarse, porque no les hace falta.
Esto trae consigo una exigencia para los otros países, los del déficit, que si quieren invertir, tienen que endeudarse, porque sus políticas pasadas -iba a decir sus ‘locuras’ pasadas- les han dejado muy endeudados, con los correspondientes intereses a pagar y con los correspondientes vencimientos de las deudas parciales que, sumadas, hacen la deuda total. Como no deben endeudarse más, a estos países se les exige seriedad en sus gastos, seriedad en sus ingresos…En fin, lo que le pediríamos a un hijo nuestro un poco tarambana.
Se repite una frase: tenemos pocas herramientas monetarias en la recámara. Ha llegado el momento de que ustedes, «los gobiernos con espacio fiscal, estén listos para actuar de forma activa en el momento adecuado». Traducción: rompan el cerdito.
Y aquí estoy yo, en mis artículos para Finanbest, recomendando gastar con la cabeza, ahorrar, ir llenando la hucha…en un momento en que la gente ha cobrado la paga extra de Navidad, y a la vez le han dicho -en voz muy baja- que ahorre en el Día Mundial del Ahorro; le han gritado que gaste en el Black Friday y, peor aún, le han continuado gritando que se acercan las Navidades, que las ciudades ya se han iluminado y que el Belén ya se ha instalado, con más o menos gusto y cariño en algunas ciudades y con un gusto y un cariño muy mejorables en otras.
Entre unas cosas y otras, lo frecuente será que nuestro superávit, el tuyo y el mío, si existe, no sea muy importante. En el primer artículo que escribí para esta serie, hablaba del trinomio austeridad en el gasto (micro) -madurez en la inversión (micro)- crecimiento (macro).
En esto aparece Christine, una señora estilosa, competente, con un currículum muy presentable (Ministra, Directora General del FMI, Presidenta del BCE) y dice algo que nos puede sonar a «¡anímense a gastar, que ustedes tienen dinero!»
Alemania ha buscado su cerdito y ha dicho que sacará 54.000 millones inmediatamente y que luego seguirá hasta 100.000. Supongo que Holanda, Finlandia y algunos más se animarán.
Vuelvo al trinomio, donde aparece un factor elemental: yo.
Yo, con mi paga extra sin estrenar, enfrentándome a las compras navideñas.
Y teniendo en cuenta que en mi familia, celebramos todo.
‘Todo’ quiere decir:
Nochebuena, con villancicos y regalos antes de las 12, que es cuando ponemos al Niño Jesús en el Belén.
San Esteban.
Nochevieja y Año Nuevo.
Reyes. Más regalos.
Con lo que las tentaciones de meter la mano en el cerdito, de cepillarnos la paga extra, de pedir un crédito que me ofreció el otro día una señorita simpatiquísima, que me hablaba de tú -quizá habíamos ido juntos al colegio, cuando lo hicieron mixto-, de lo que en castellano se llama gastar, gastar y gastar, las tentaciones, digo, son fuertes. Y después de la intervención de Christine, más aún. Porque Christine le da un tono europeo y, para los que creemos en Europa, un tono ‘cuasi patriótico’.
Bueno, pues lo primero, sentido común. Que también es patriótico, aunque sea más escaso. Aunque el entorno nos vaya descubriendo a diario cientos de cosas ‘necesarias’. Aunque la señora Lagarde, en su posición de ‘lechuza’, anime a las naciones a gastar y pensemos que si no gastamos, no somos unos auténticos ‘europeos’.
Aunque, aunque. Pero el sentido común va por delante.
Y el cerdito, sin romper, nos espera.
Aunque.